Educación emocional

"Cambiar la educación para cambiar el mundo" 

(Claudio Naranjo)

¿Es necesaria la educación emocional?

Educar al ser humano ha sido una de las preocupaciones más constantes a lo largo de la historia de la Humanidad. Pero, ¿que se ha entendido por educación? La educación tradicional ha puesto el foco en la formación académica o cognitiva como vía para el pleno desarrollo del individuo, ¿es esto lo que hace al individuo aprender, crecer y adaptarse al mundo? Sin lugar a dudas, podemos afirmar que NO.
Pongamos un ejemplo:


"Fernando tiene 16 años, es una chico inteligente y saca muy buenas notas. En general es poco problemático. Fernando tiene moto y, como a sus amigos, no le gusta ponerse el casco. Ayer resbaló en una curva porque el suelo estaba mojado por la lluvia. Ahora esta en el hospital en coma".

¿Esto ha sido causado por la falta de in-formación? Evidentemente NO. Lo que probablemente ha causado este resultado no ha sido la falta de conocimiento de Fernando, la causa de esta situación va más allá de los conocimientos aprendidos, tiene que ver con las habilidades socio-emocionales de Fernando. Tal vez su autoestima, su autoconocimiento y expresión emocional, la gestión de sus emociones, entre otras son las responsables de que Fernando no se ponga el casco. Los conocimientos de Fernando sobre el el peligro que entraña ir sin casco, no son los que impulsan a este jóven a ponerse o no el casco. 

Por tanto, es indispensable que eduquemos para el desarrollo humano, más allá de los conocimientos cognitivos. 


La formación socio-emocional contribuye, de un modo especial a la afectividad estable, serena y equilibrada, mediante la cual el ser humano establece relaciones con su entorno, primero con sus padres, y después las amplía el resto de la sociedad. El equilibrio afectivo-emocional, entre otros muchos beneficios, permite al ser humano alcanzar una personalidad madura.

La práctica educativa tradicional apenas ha valorado la importancia que tiene la afectividad en el desarrollo humano. Tampoco la adquisición de una personalidad equilibrada y estable, se ha valorado hasta ahora. Sin embargo, si tenemos en cuenta que la educación debe orientarse al pleno desarrollo de la personalidad de los alumnos, el desarrollo cognitivo debe ir de la mano del desarrollo emocional. La educación emocional debe estar presente en las relaciones interpersonales, “en el clima de aula” y en el trabajo académico.

Desde esta perspectiva amplia, la educación emocional es una forma de prevención de actos violentos, estados depresivos, consumo de drogas, etc. Muchos estudios realizados sobre el fracaso y la violencia escolar ponen de manifiesto que los niñ@s y jóvenes que la baja inteligencia emocional (bajo control de impulsos o baja empatía) está detrás de conductas disruptivas, bajo rendimiento escolar y pobre socialización (Mayer, Caruso y Salovey, 1999; Lam y Kirby, 2002). 

Muchas veces fácilmente, se acusa a los adolescentes y jóvenes de la falta de interés por lo académico, de su desmotivación ante las tareas, de la poca seriedad y respeto, del consumo de drogas y el no escuchar. Al contrario, cabria preguntarse ¿cual es la raíz de este cambio? Tal vez estos jóvenes han despertado, enseñados por aquellos que recibieron una enseñanza tradicional, les basta con mirar un poco más allá para darse cuenta que esto no tiene nada que ver con sus intereses e inquietudes y que no es suficiente con ser educados en la obediencia y en la pasividad de quien adquiere un conocimiento de manera unidireccional. 
Estos jóvenes necesitan ser vistos emocionalmente, necesitan aprender a verse emocionalmente para crecer, aprender, madurar y ocupar un lugar en el mundo.




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